Pedro Juan Caballero - Saturday, 02 de November de 2024 |
De esa manera, Brasil se “independizó” y, por consiguiente, se convirtió en un imperio. Desde un punto de vista político, este acontecimiento se dividió en tres etapas: ascenso al trono de Pedro I en 1822 hasta su abdicación en 1831; etapa de la Regencia, en la que el país fue gobernado por “regentes”, en espera de la mayoría de edad del hijo de Pedro I; y reinado de Pedro II (1840-1889).
Antecedentes
En 1820 tuvo lugar en Portugal la “Revolução do Porto”, de corte liberal, que exigía el regreso de João VI a Portugal y una nueva constitución que limitara los poderes absolutistas del rey. La elite colonial, conformada ahora por comerciantes, hacendados, traficantes de esclavos y burócratas, adhirió a la revolución. Los intereses brasileños de aquel entonces fueron formulados por los representantes de São Paulo, encabezados por José Bonifacio de Andrada e Silva, con el fin de mantener a Brasil unido a Portugal, garantizando así los privilegios conquistados a partir de 1808.
El 26 de abril de 1821, João VI retornó a Portugal, llevándose todo el oro del Banco de Brasil. Para las cortes de Lisboa no era suficiente el solo regreso de João VI, consideraban prioritario “recolonizar” Brasil. Prácticamente todo el cuerpo diplomático acreditado en Brasil dejaría el país.
João VI salió del país con la conciencia de que la independencia de Brasil era inminente. De esa forma, dio instrucciones a su hijo, Don Pedro, para que se uniera a la causa de los independentistas. Algunos temas prioritarios los unían: “La conciencia de que preservar el orden esclavista y la hegemonía política de la elite centro-sur requería el fortalecimiento del gobierno con sede en Río de Janeiro”1.
Se puede vislumbrar que lo que estaba en juego no era la independencia de Brasil sino la preservación de la monarquía en las Américas, así como la integridad territorial. Sin embargo, la clase dominante, a pesar de ser aliada de Don Pedro en el proceso de independencia, percibían ahora la posibilidad de organizar un nuevo Estado bajo su hegemonía. En la Constitución de 1824 prevaleció un alto grado de centralización, impuesto por Pedro I, lo que provocó durante su reinado enfrentamientos constantes.